Pude retratar al gran Compay Segundo en los estudios Abdala de la Habana en el 2003, pocos meses antes de su fallecimiento.
Lo encontré ya muy mayor, pero me sorprendió, durante los ensayos con su grupo, que dirigía en ese momento su hijo, cómo sabía expresarse perfectamente con su instrumento cuando le tocaba participar.
La magia de lo intangible, que se mueve a otros niveles...
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