martes, 22 de diciembre de 2020

CARLOS CANO, 20 AÑOS SIN EL “HOMBRE LIBRE” DE LA CANCIÓN Y LA COPLA-JORDI BIANCIOTTO (EL PERIÓDICO, 19 12 20)

El libro ‘Voces para una biografía’, de Omar Jurado y Juan Miguel Morales, ofrece un completo retrato del artista de la mano de su hija, Amaranta Cano, y de una cincuentena de testimonios, como Antonio Gala, Paco Ibáñez, Ian Gibson, Lluís Llach o Martirio

La estela que dejó Carlos Cano tiene tantos relieves que convienen muchos puntos de vista para que el retrato le rinda justicia con toda la definición, y por eso el libro que honra su memoria, en el 20º aniversario de su muerte, se titula ‘Voces para una biografía’, en plural. Sus autores, Omar Jurado y Juan Miguel Morales, se han acercado a una cincuentena de figuras, desde la vecina de infancia Luisa Miranda hasta el hispanista Ian Gibson, pasando por músicos, poetas, artistas plásticos, activistas y hasta algún que otro político, para tratar de plasmar el alma de esta figura carismática, el “hombre libre”, dicen todos, al que una dolencia cardíaca se llevó de este mundo, a los 54 años, el 19 de diciembre del 2000.

De Amaranta Cano, la hija mayor, salió la propuesta de elaborar este libro, y su figura “abrió todas las puertas”, destaca Jurado, autor de todos los textos a partir de conversaciones con cada uno de los testimonios. Desfilan por la obra personajes distanciados de los medios, como Antonio Gala, que evoca sus jocosas conversaciones llenas de tiras y aflojas. Y como el libro ha supuesto cinco años de elaboración, algunos ya no están entre nosotros: la cantautora Elisa Serna o el amigo y confidente Diego de los Santos, a quien confió Cano sus últimas palabras en la cama hospitalaria, cuando le aseguró que todo lo que había aportado a la música se lo debía “a una enana, a Violeta Parra”.

Peón de obra disconforme

Recuerdos inéditos, como los de Jordi Sierra i Fabra, que, trabajando en los años 60 en la contabilidad de Construcciones Sabartés, entregó al futuro cantautor el sobre con el jornal por su semana de trabajo como peón de obra, antes de que este, enfurecido, dejara el trabajo tachándolo de “esclavitud”. Cada testimonio abre un mundo: Ian Gibson, descubriendo al joven artista a través de Lorca, en un homenaje de la Unesco en París en 1972; Gualberto (ex-Smash, su director musical a mediados de los 80), llamándolo “un Bob Dylan andaluz” y sopesando el cruce de influencias en su obra del flamenco, la copla o el fado; Alejandro Rojas Marcos, subrayando cómo Alfonso Guerra le cerró las puertas de los escenarios andaluces por su antiguo vínculo con el Partido Andalucista (y por las pullas de ‘Las murgas de Emilio el Moro’, chirigota a cuenta de “Felipe de la OTAN”).

El retrato es amplias miras, “como un documental”, apunta Morales, porque se ha tratado de ofrecer “un prisma” a partir de todo lo que Carlos Cano representó. “Un cantautor que reivindicó muchas luchas”, destaca Omar Jurado. Artista cuya percepción actual no debería verse oscurecida por el éxito de sus maduros álbumes copleros, sostienen los autores. Es cierto que “él rescató la copla tras el franquismo y la llevó a la actualidad cantándola con sentimiento y sobriedad”, estima Jurado. “Pero nos gusta sacar también a la luz su obra anterior”, añade. El Carlos Cano que ahonda en “la murga y la chirigota, en la música alpujarreña y gaditana, y que investiga lo popular para hacer canción nueva”, explica Juan Miguel Morales. “Y el que se acercó al rock andaluz en ‘Crónicas granadinas’ (1978)”. Ese Cano juvenil, reivindicativo de primera hora, aflora en capítulos como el dedicado al ‘cantaor’ Manuel Gerena, que llega a afirmar: “Fue y sigue siendo un tipo de canción de autor que yo hubiera hecho si no me hubiese dedicado al flamenco”.

La ‘malafollá’ granadina

Morales trabajó con Carlos Cano durante cinco años, firmando las fotos de álbumes como ‘La copla, memoria sentimental’ (1999), donde quiso darle un aire “más pop, huyendo de lo que se entendía de copla”. Lo describe como un tipo “serio, apasionado y aventurero que situaba su libertad por encima de todo”. Un granadino genuino. “Y a los que somos de Andalucía oriental se nos dice que tenemos ‘malafollá’, pero es una manera de enfrentarnos al mundo”, estima el fotógrafo, almeriense radicado en Barcelona. Cano era “serio, pero abierto y amoroso”, y se podía contar con él a través del afecto y la complicidad con las causas, como comprobó Morales cuando escribió para él un poema inédito, ‘Indio’, para un libro que estaba elaborando sobre las culturas quechua y aimara.

Suyas son todas las imágenes del libro, que dan forma a un imaginario: las que contienen motivos vinculados a la vida y obra del cantautor, y los retratos, realizados exprofeso. Cada uno con su trasfondo sentimental y su guiño al viejo amigo: Martirio, con un CD a modo de peineta; Santiago Auserón, hojeando su autobiografía; Carlota Quesada, de las Abuelas de la Plaza de Mayo, posando con la imagen de su hija Graciela, desaparecida, y el disco en vinilo ‘Si estuvieran abiertas todas las puertas’ (1983). Y la figura más cercana, Alicia Sánchez, la esposa del cantautor, en casa, entre sus fotos y recuerdos, ilustrando el relato de su vida en común hasta más allá de la muerte y sin morderse la lengua, apuntando a la “gente piraña que te critica en la prensa sin conocerte”; el lado turbio, finalmente intrascendente, de estos 20 años sin Carlos Cano.

El Periódico

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